Recuperando a Keynes

No hay fórmulas mágicas, hay que apretarse el cinturón y recuperar la confianza de los mercados. Los mantras del neoliberalismo llenan las portadas de todos los periódicos, los discursos de todos los políticos e incluso las cabezas de algunos crédulos. Hoy, lección de economía básica: me comprometo a no emplear ningún tecnicismo para que hasta su abuela –o la mía– pueda entender mínimamente qué carajo está pasando y cómo lo quieren arreglar «los que mandan». Nótese que el ejemplo está simplificado al máximo, que entran en juego muchas otras variables y que las medidas que detallo no se aplican tal cual en la realidad, sino que se adoptan posturas más o menos cercanas. Allá vamos.

Lo que se ha venido haciendo

El país ficticio Espoñia presenta las siguientes características:

  • 1000 € en la hucha de cerdito.
  • Una población de 100 habitantes.
  • 5 de esos 100 habitantes tienen más dinero que los demás y se dedican a prestar dinero (Grupo B, de Bancos).
  • 5 de esos 100 habitantes tienen máquinas para producir comida, objetos y servicios (Grupo E, de Empresas).
  • 90 de esos 100 habitantes trabajan para alguno de esos 10 habitantes mencionados anteriormente (Grupo T, de Trabajadores).

La economía de Espoñia no funciona. El Grupo B ha jugado mal sus cartas y ahora no puede prestar dinero. La estabilidad del Grupo E depende de dos elementos para poder mantener tanto sus máquinas como los trabajos del Grupo T: por un lado, depende del dinero del Grupo B para financiarse; por otro, necesita que el Grupo T consuma sus productos. Espoñia decide entonces que algo hay que hacer para arreglar el desaguisado, o se va todo a tomar por saco.

¿Qué hacemos? Espoñia reparte los 1000 € entre los 5 habitantes del Grupo B. Gracias a esto, el Grupo B consigue dejar dinero al Grupo E, y a 60 de los 90 habitantes del Grupo T. Ahora tenemos lo siguiente:

1. El Grupo E estable pero incapaz de aumentar su producción para unos consumidores que no existen, y por tanto incapaz de generar puestos de trabajo y de aumentar los salarios.
2. 30 habitantes del Grupo T viviendo en la miseria, y 60 endeudados para poder consumir.
3. El Grupo B disfrutando del dinero de la hucha del cerdito y esperando a cobrar los intereses del dinero prestado.

Al año siguiente:

1. Al no subir los salarios, el endeudamiento ha salido demasiado caro a 10 de los 60 habitantes que todavía consumían del Grupo T, que no pueden devolver el dinero –más los intereses– al Grupo B: ya son 40 los habitantes del Grupo T que no pueden consumir porque no pueden endeudarse y, por tanto, viven en la miseria.
2. El Grupo E no solo no genera empleo sino que empieza a destruirlo, ya que a mayor empleo mayor producción, y ahora mismo tiene que bajar la producción para no quedarse con un montón de basura sin vender porque no hay consumidores suficientes.
3. El Grupo B va acumulando pérdidas en forma de dinero que ha prestado a varios habitantes del Grupo T y que no le han devuelto.

En un futuro no muy lejano, crisis económica:

1. El Grupo B se ha quedado sin dinero porque lo ha prestado y no se lo han devuelto.
2. El Grupo E no obtiene financiación del Grupo B y no da trabajo al Grupo T.
3. El Grupo T ya no puede consumir y paraliza al Grupo E.

Lo que se podría haber hecho

Volvamos al principio. Si se reparten los 1000 € entre los 100 habitantes, el Grupo T consumirá productos del Grupo E, que tendrá que generar empleo para producir productos suficientes como para satisfacer la demanda. Ambos Grupos (T y E) se endeudarán con el Grupo B únicamente en caso de que quieran adquirir un producto que sobrepase su capacidad actual de consumo. Ya está: la maquinaria económica está engrasada de nuevo.

Esta clase de políticas de fomento del gasto público y redistribución efectiva de la riqueza son obra y gracia del economista John Maynard Keynes, quien defendía la existencia de un Estado que, con la cartera bien llena –a través de la recaudación de impuestos y el endeudamiento–, pudiera capear el temporal cuando llegara. Siguiendo la línea Keynesiana, recomiendo al lector el visionado de la única TED Talk censurada hasta la fecha –¿por qué será?– . En ella, Nick Hanauer –empresario, millonario y capitalista hasta la médula– argumenta que bajar los impuestos a las grandes fortunas no crea empleo sino que lo destruye.

¿Son esta clase de soluciones la panacea? No. Sencillamente, son posibles en el corto plazo. No implican una revolución, un cambio de modelo económico o una concienciación social a gran escala. Mantienen el capitalismo y sus desigualdades. Pero son un primer paso hacia una sociedad justa, y su aplicación nos haría la vida más fácil a todos.

Deja un comentario